Como consecuencia de la pandemia del Covid-19, en las últimas semanas estamos asistiendo a una situación mundial sin precedentes, que va a tener consecuencias socio-económicas de enorme calado a nivel global, y como es evidente, España no será ajena a esos cambios.
El enorme coste en vidas humanas que está suponiendo esta catástrofe, con miles de muertos y afectados, así como el sacrificio social que va a derivar de la indiscutible crisis económica que sufriremos en los próximos años, nos llevará a replantear muchas de las estructuras socio-económicas y funciones que los distintos operadores desempeñan en nuestra sociedad, si bien ello se puede efectuar desde posturas moderadas y conciliadoras, o desde otras más radicales, tristemente asentadas en extremismos inamovibles.
En los últimos años, en nuestro país, hemos asistido a una lucha titánica entre lo público y lo privado, como si fueran posiciones antagónicas e irreconciliables, y no como lo que deberían ser, esto es, elementos complementarios para fortalecer y proseguir en la consecución del bienestar social de todos los ciudadanos, que en definitiva sería lo que deberían perseguir nuestros gobernantes.
Durante el estado de alarma se están evidenciando más aun las posiciones en este sentido, por parte de unos, defendiendo la gestión privada de determinadas actividades esenciales, y de otros, criticando las carencias del sistema público sanitario por falta de inversión, medios, etc., problema que en ocasiones se agrava con la histórica lucha por la descentralización.
Y mientras tanto, en medio de esa pugna entre lo público y lo privado se encuentran las fundaciones privadas, es decir, aquellas que, sin fin de lucro, por voluntad de sus creadores, tienen afectado de modo duradero su patrimonio a la realización de fines de interés general de la sociedad.
Las entidades que conforman el Tercer Sector están desempeñando un papel cada vez más destacado en las sociedades desarrolladas, porque pueden atender las necesidades de determinados colectivos de una forma más cercana y eficiente que el Sector Público.
El Tercer Sector en su conjunto, no sólo las fundaciones, desempeña una labor fundamental en la sociedad, poco valorada por la ciudadanía por la falta de información, y muy olvidada, por una parte, por la clase política, por cuanto evidencia su ineficacia para cubrir las necesidades sociales, y por otra, por el sector privado, dado que en ocasiones lo ven como una amenaza a ramas de actividad en las que pueden competir, pero sin ánimo de lucro.
Durante esta crisis, muchas fundaciones de diversos sectores (asistencial, científico, sanitario, voluntariado, etc.), han puesto a disposición de la sociedad todo su potencial y experiencia para ayudar en la actual situación, funcionando a la perfección sin injerencias del poder político, ni de organismos públicos, lo cual demuestra cual es la verdadera naturaleza de tales entidades, su operatividad, su eficacia y su razón de ser, primando la atención de las necesidades sociales generales a las que el Estado no alcanza a cubrir.
Y por ello resulta imprescindible que la figura de las fundaciones sea fundamental en el futuro desarrollo de los cambios de modelo que se van a producir, y se hace necesario reivindicar su labor en el contexto social, por cuanto son los únicos operadores jurídicos que, con patrimonio y gestión principalmente privados, únicamente persiguen, por ley, fines de interés general en la sociedad, carentes de ánimo de lucro y aplicando principios de no discriminación.
Los poderes públicos deben apoyar más al sector fundacional, el cual ha demostrado, y sigue demostrando, su actitud altruista y su apoyo incondicional a la sociedad y a los más necesitados en los momentos de mayor dificultad, con independencia de ideologías, de colores políticos y de propagandas, sin esperar nada a cambio, simplemente por su propia esencia que es la de cubrir y defender el interés general de la sociedad, para lo cual fueron constituidas.
Los políticos que nos gobiernan, así como los que nos gobiernen en un futuro, no deben olvidar la destacada labor que estas organizaciones están desarrollando en la crisis sanitaria que actualmente vivimos, y la beneficiosa función que en el futuro pueden cumplir para el progreso y bienestar social, por lo que resultaría imperdonable que nuevamente el sector fundacional cayera en el olvido, siendo un mero objeto de promesas electorales incumplidas, porque en definitiva, privando de medios a las fundaciones para cumplir sus fines, a quien se perjudica es a la sociedad en su conjunto, dado que es evidente que el Estado no llega a cubrir todas las necesidades sociales de forma eficiente.